9.3.06

 

Vehiculos Críticos

Krzystof Wodiczko

Para el arte actual, […] la tarea consiste en encontrar su relevancia en medio de las transformaciones políticas, demográficas y psicosociales; asociadas al desplazamiento y al cruce de límites individuales y colectivos. Los cambios en los límites externos (fronteras étnicas y estatales, por ejemplo, Norte-Sur, Este-Oeste) están estrechamente ligados a las migraciones y al cruce de esos límites. En particular, la fachada de Europa y Norteamérica se está transformando en ese sentido. Y a su vez, en lo que respecta a los límites internos –ideas, creencias, ideologías, lenguajes, metáforas, eslóganes–, esos países imponen sobre los desplazamientos trazos psicológicos, líneas, atajos y parapetos al mismo tiempo, que atraviesan los territorios individuales de las mentes humanas. Los movimientos migratorios que se producen en nuestro interior incluyen necesariamente un importante límite interno, la línea que separa la persona que uno ha sido pero ya no es y la persona en la que uno se convertirá, estableciendo así, por transgresión, una zona extraterritorial desmilitarizada, el lugar donde el intruso se siente más cómodo. Asumir las direcciones cambiantes de esos desplazamientos y cruces internos (y sus correspondientes zonas desmilitarizadas) es un proceso muy complejo, pero cartografiar esas zonas constituye uno de los movimientos sociales más importantes que se están produciendo hoy […]

[…] El artista que se atreva a ofrecer una contribución a este presente, entendido como un hogar donde pasado y futuro habitan juntos (Benjamin), así como a la historia de ese presente y futuro (Nietzsche, Foucault), debería aprender a operar como un sofista nómada en una polis migratoria, ofreciendo nuevas herramientas de lenguaje al uso (en el sentido representativo de actos de discurso metafórico), ya que los intrusos se alienan de sí mismos por falta de lenguaje. Como el sofista en la antigua Grecia, el nuevo sofista, como practicante de la democracia en ese espacio vacío –políticamente garantizado pero prácticamente inexistente— llamado espacio "público", debe recrear en la práctica un ágora o foro cada vez que (él o ella) desee hablar o escuchar. Incluso en una democracia, el Estado liberal o corporativo llena ese espacio con su propia "publicidad" (Habermas), en lugar de dejarlo a la "libre comunicación de ideas y opiniones" (Declaración de los Derechos del Hombre, 1791), convirtiéndose de hecho en un "tirano de la opinión" (Tocqueville). El sofista debe estar preparado para un papel de adversario si va más allá de las formas de comunicación corruptas. En una democracia, el derecho más importante es el derecho de representación. Ni pedagogo ni demagogo, el sofista es un interrupteur, un "interruptor", siempre dispuesto a abrir más que cerrar el circuito de comunicaciones. Siempre tendrá que haber lugar para ese espacio vacío, para abrirlo a una multiplicidad de expresión e interpretación (Lefort). El arte intruso está en ese espacio vacío, existiendo sólo entre líneas. […]


Krzystof Wodiczko. Critical Vehicles. Writing, Projects, Interviews (Cambridge-London: The MIT Press, 1999): 24-25.


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